sábado, 4 de diciembre de 2010

Verlas

Verla nuevamente, caminando hacia mí pero sin mirarme, una imagen que dura por un tiempo, un tiempo de espera desesperante, con la duda del no saber, con el dolor de la inseguridad, de verla y qué hacer?
Una elección para el cuerpo, más largo, más corto, pero paradójicamente sigue del mismo modo, atado de la misma manera. Y el tiempo, el mismo tiempo, ese que se espera y te desespera por no saber que hacer con vos, que haces con tu cuerpo? Estas seguro de cómo va a cambiar?
Y de la mano de la inseguridad, vuelvo seguro a mi adolescencia, donde adolezco ser; en una gran encuesta en la primaria, todavía no sé porque, pero me premian y castigan con el título de “mejor compañero”, deberían haber premiado al Otro que me dejo ser y luego castigar a mis compañeros por la gran mentira que recibí; sin Otro no existo, no soy, no vivo, no sirvo. No soy el mejor compañero, me encantaría que no me lo hayan dicho, parecería ser una profecía que se auto cumple, haga lo que haga siempre soy buen compañero, no puedo dejar de serlo, sino no soy.
“Tu inseguridad te va a traer problemas más adelante” me dijo. Y con un largo silencio, mezclado con angustia e asombro, le respondí, y volví a mi pupitre de madera. Nada mejor para un chico inseguro que un padre enfermo, ausente, desinteresado y violento para hacerlo sentir vivo.       _Pa, nunca armamos un rompecabezas tan perfecto, tan perfecto que es casi imposible de desarmar.
Fuiste lo único que tenía en ese momento, el amor mueve montañas, te juro que hice todo lo posible para que estés mejor, te escuche, te acompañe, te ayude, trate de entenderte. Pensé que era nuestro juego, vos compartías tus síntomas conmigo, y yo compartía mi música con vos, pero no, todavía no estudiaba psicología, tenía 14 años; solo lograste compartir tus problemas, te llevabas todas las miradas, incluso la mía, y me quedaba vacio. Por eso empezaste a ser tan importante, por eso te necesitaba, necesitaba que me miraras para que pueda existir. Te doy las gracias por haberme salvado tanto tiempo de mi inseguridad, de haberme salvado viviendo una mentira de mi, de alguien que no quiero ser. También quiero agradecerle aquel, a aquella voz, a esos susurros, palabras que no entendía, que me describían como una superficie bonita, que sabía hacer cuentas, que la música no era para mí y que los libros interesantes solo eran los tuyos. Parece que solo soy una pieza que encajo, sentimentalmente, bárbaro en nuestro rompecabezas y juntos formamos esa imagen, la imagen que dura mucho tiempo, que duele, donde espero y desespero, esa imagen que habla de nuestra relación, cuando me abrazas fuertemente después de haberme pegado y yo no quiero y trato de poner distancia con lo único que puedo, mis manos.

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